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Historia
Nos gustaría, por ejemplo, invitarles a tomarse unos segundos para pensar en lo siguiente: Si tu vida fuera un libro ¿cómo le llamarías a este capítulo?, es decir a tu presente?
Recursos como este creados por otras mujeres en otras circunstancias de tiempo y lugar fueron algunas de las herramientas que utilizamos para la escritura del libro que en pocos minutos tendrán en sus manos. La terapia narrativa feminista es para nosotras la principal fuente de inspiración de este proceso, también lo han sido las mujeres que nos han antecedido atreviéndose a escribir. Recordemos que no pocas a lo largo de la historia y en todos los continentes debieron usar seudónimos masculinos para poder ser aceptadas en los círculos literarios hegemónicos.
Quizá las mismas mujeres a las que les dijeron como a muchas de nosotras: ¡Calladita te ves más bonita! Hasta que descubrimos que “ser bonita o no serlo” no nos garantiza una vida libre de violencias. Frases como esta, se enraízan sin embargo, de manera muy profunda en nuestra identidad como mujeres. Y esto es fundamental porque una de las cosas que la violencia de género pone en jaque es precisamente la identidad individual y colectiva. El yo y el nosotras.
¿Qué se puede hacer entonces cuando una siente que se ha perdido a sí misma en situaciones de violencia? Recordemos que hay violencias que insultan o degradan, otras que golpean y agreden, otras en forma de silencios. Hemos aprendido que hay muchas cosas que se pueden hacer y siempre será mejor si las hacemos juntas.Narrar lo vivido, nombrar los miedos, transitar las emociones, especialmente las más difíciles, identificar la creencias que nos gobiernan, tomar postura, tejer y destejer sentidos, pintar, bailar respirar, acuerpar y por supuesto, ESCRIBIR.
¿Qué pasa cuando escribimos? Escribir es más potente que hablar. A nivel neurológico al escribir, se activan mecanismos cerebrales que nos permiten centrarnos, que ayudan a ordenar lo que hasta hace poco era caótico y como resultado de eso nos entendemos mejor a nosotras mismas, podemos buscar otros desenlaces para nuestras historias y encontrar una voz propia.
El poder de las palabras puede ser demoledor, el de los silencios también. Pero la palabra también puede reivindicar. Ese es el uso que decidimos darle. Antes y durante la escritura, estas mujeres fantásticas que decidieron confiar en nosotras y en nuestro proceso, recibieron asesoría y acompañamiento terapéutico y jurídico, algunas de ellas aún tienen procesos en curso a pesar de lo desgastante que es buscar justicia en nuestras sociedades.
Ellas escribieron cada una y juntas. ¿Qué pasa cuando se escribe no para cumplir reglas gramaticales o de sintaxis sino para viajar a lo más profundo de una misma? ¿Para buscarse en el lugar en el que se perdió? Escribir para las mujeres ha sido en algunas épocas casi que un acto subversivo en el sentido que altera el orden social establecido. Un acto contra los mandatos de género que insisten en decirnos que ser y que no, cómo comportarse, qué sentir, qué decir...
Pero escribir para sanar es definitivamente, un acto revolucionario porque como dice Audre Lord, es un recurso terapéutico que nos permite ahondar en el contacto con nuestra más profunda conciencia ancestral, en donde están muchas de las respuestas que buscamos.
Expresar lo sentido y lo vivido no le hace daño a nadie, callar si. Las mujeres escriben y lo seguirán haciendo con o sin nosotras, por supuesto a nosotras nos gusta acompañarlas, pero lo hacen porque es una necesidad humana fundamental y es su derecho.
Vakers
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